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Escuela de Madres y Padres "Calasanz"

Calasanz, nuestro patrón

Aprendiendo a educar

(Pequeño resumen de la primera sesión de la Escuela de Padres “Calasanz”)

Gracias a la dirección del centro, gracias a todos por estar aquí. Yo ya sé muchas cosas de vosotros por el solo hecho de estar aquí. Sé que sois padres preocupados por la educación de sus hijos y sé que esperáis algo de luz de este encuentro o de sucesivas sesiones de esta escuela de padres. Gracias pues por estar aquí y por creer que yo tengo algo que os puede resultar valioso o interesante.

¿Y yo quién soy? Una persona con larga experiencia educativa que ha tenido la suerte de tratar con niños y jóvenes de toda condición, desde niños sin hogar, jóvenes con dificultades graves de inserción social, niños y jóvenes de colegios de élite, niños y jóvenes de barriadas humildes… He sido educador de calle, trabajador social, profesor de instituto, profesor de universidad, he formado hornadas de maestros y de monitores de escuelas de padres… he observado, analizado, investigado y experimentado como padre de tres hijos, como pedagogo y como antropólogo educativo…y he llegado a la conclusión que, después de la vida, el mejor regalo que podemos procurar a nuestros hijos es la educación.

Yo vengo a compartir unas pocas reflexiones que me parecen sensatas y suficientes para tener nuestra cabeza preparada para encarar la educación con acierto y unas conclusiones prácticas que valen lo que valen porque son el fruto de mi experiencia pero que no suponen que sirvan a todos por igual. No obstante yo tengo la convicción de que en esta hora que pasaremos juntos siempre habrá algo aprovechable y que les resulte beneficioso. Al menos esa es mi pretensión.

EDUCAR: ARTE Y UN OFICIO

Cuando se le pregunta a algún artista ya sea un poeta, ya un pintor, ya un músico sobre cómo ha llegado a ser un creador siempre responden que lo suyo se debe en buena medida a aptitudes o dones recibidos (una dotación especial) y además, subrayan todos, en gran parte, a su esfuerzo cotidiano, a su perseverancia, a su tesón (a su oficio).Así que un artista es la suma de trabajo más cualidades.

Pues bien, no hay mayor ni mejor obra de arte que moldear un ser humano haciéndole capaz de desarrollar en libertad y en responsabilidad todas sus potencialidades. Esa es la obra de arte que intenta forjar todo educador. Ojalá se cumpla lo que el insigne Antonio Gaudí solía repetir, que a los artistas no hay que hacerles ningún monumento pues ya están ahí sus obras. Lo mismo cabría decir del educador (padre, maestro, profesor…). El mejor homenaje son sus hijos o sus discípulos (recordad lo que dice el cuarto precepto de la ley: “honrarás a tu padre y a tu madre”. ¿Cómo? Pues siendo y actuando como ellos te educaron, siendo una persona de bien y llevando una vida honrada.

EDUCAR: NO HAY FÓRMULAS NI RECETAS MILAGROSAS

Cada ser humano es único, original. Cada familia es un mundo. La educación es sencilla y compleja a la vez. Implica mucha sensatez, cuatro ideas bien trabadas (es decir, un poco de ciencia) y mucha, mucha, paciencia.

EL CÓDIGO EDUCATIVO

Permitidme un símil para trasladarles mi particular idea de la educación.

Antes se concebía al niño o a la persona en proceso de formación como una vasija vacía o medio llena y al educador (padre o maestro) como el encargado de llenar ese vacío introduciendo en el niño, como en una hucha, conocimientos y valores. Lo dice muy bien Albert Camus (El primer hombre) cuando cuenta que algunos profesores tomaban a los niños como si fueran gansos y les hacían abrir la boca para atiborrarlos de conocimientos y saberes. Así el educando es concebido como un ser pasivo y todo el protagonismo recae en el educador que le da lo que no tiene. Pero en las clases del Sr. Bernard sucedía todo lo contrario, más que embutirles conocimientos el Sr. Bernard despertaba en ellos el ansia y el privilegio de saber, pues los consideraba dignos de descubrir por sí mismos el mundo.

Hoy se concibe al niño, si me permitís otro símil, como una planta que tiene ya en su código genético todas sus aptitudes pero que -para desarrollarlas en su plenitud- necesita un ambiente favorable (una tierra idónea, agua, abono, cuidados, luz, protegerla de las inclemencias, podarla, etc.,…). Sólo así podrá crecer y dar frutos. Pues lo mismo sucede con el ser humano. Nace con un código genético y con todas las potencialidades (biológicas, psicológicas, intelectuales, emocionales, espirituales), dotado pues de facultades físicas, psíquicas y morales que deben encontrar el terreno favorable para su desarrollo óptimo. Pues así como un manzano tiene ya desde su germinación primera la vocación de ser manzano y por consiguiente dar un día manzanas pero previamente necesita de cuidados y atenciones frente a las agresiones externas para crecer y robustecerse, el ser humano necesita que se le ayude para llevar a plenitud todas sus aptitudes y a regir su propia vida de manera responsable. En eso consiste la educación o el código educativo. La gran diferencia con el código genético estriba en que este último le viene dado como en un microchip a desarrollar con el paso de los años y el educativo, por el contrario, está hecho de mil estímulos, presencias, caricias, palabras, gestos, experiencias compartidas, cuidados, desvelos…que prodigados minuto a minuto, día a día, semana tras semana, mes a mes, año a año… van fraguando conexiones cerebrales y tejido emocional que configuran su personalidad, su manera de ser, de estar, de vivir, de convivir. Ese código educativo, como el genético, les acompañará siempre y los convertirá en seres parecidos a nosotros pero, a la vez, plenamente diferenciados de nosotros, significativamente originales, radicalmente diferentes. Estos dos símiles que hemos utilizado ya nos ponen en una buena pista sobre la sustancia de nuestra función de educadores: no es tanto dar como ser y estar, es decir, darse. Lo mejor que pueden hacer los padres es estar ahí para ayudar, para acompañar en su desarrollo a un ser humano diferente de nosotros, sabiendo que tiene derecho a crecer y ser él mismo.

EDUCAR: TODO ESFUERZO SERÁ POCO

Tradicionalmente dos eran los ámbitos educadores por excelencia: la familia y la escuela. A su alrededor había un tejido social que, al menos aparentemente, propiciaba los mismos valores. Había en principio un dispositivo coherente. La familia ejercía sus responsabilidades educativas con menos interferencias y confiaba en la escuela como una instancia que les procuraba a sus hijos formación y valores. La sociedad, como digo, puesto que era monolítica en su configuración, ofrecía un entorno social que facilitaba la tarea de ambas instancias (no digo que eso fuera todo bueno ni mejor; no hago juicios de valor, sólo digo que la educación o la falta de educación eran tareas más fáciles, menos complejas. Uno educaba como había sido educado. Por ser padre o maestro o autoridad uno ya tenía merecido el respeto y podía ejercer su oficio sin discusión. Eran otros tiempos. Ahora todo ha cambiado, se han producido en unas décadas cambios vertiginosos, las familias ya no son lo que eran, los ritmos de vida se han acelerado, la sociedad está subyugada por otros valores, los medios de comunicación ofertan modelos de ser y de vivir que no son los que queremos para nuestros hijos ni los que la escuela quiere forjar. Las familias y la sociedad piden que sea la escuela la que se haga cargo de todo lo que no funciona: educación para la convivencia, para la igualdad, para la no violencia, para la salud, educación vial, educación sexual, todo se carga sobre ella, pero a la vez la sociedad sigue cultivando en los distintos medios la violencia el hedonismo, el exhibicionismo, el consumismo, la zafiedad, el insulto, la fama fácil vendiendo sus intimidades…Ese es el mostrador de valores que ven nuestros hijos. Es la contradicción, la falta de coherencia, el divorcio entre lo que se quiere como valores y lo que se oferta como valores para triunfar. Estamos en la era de Internet, de los facebook, los tuenti, los nettbi, los videojuegos…Nuestros hijos van a crecer expuestos a un torrencial de información y de sistemas de comunicación y de entretenimiento que ninguno de nosotros puede controlar. Si no tienen bien el salvavidas del código educativo hecho de valores como la prudencia, el juicio crítico, la reciedumbre, la fuerza de carácter y de voluntad, el espíritu de superación, la responsabilidad… tendrán dificultades para salir airosos. Nunca el ser humano contó con tantos medios a su alcance. Bien usados son maravillosos; pero entrañan serios riesgos sin el acompañamiento de las familias y la sabia utilización y buen manejo desde la escuela.

Educar hoy una prioridad

Así que hoy, como siempre pero acaso con más justificación, la educación se presenta como una exigencia (una tarea más ineludible que nunca porque si tú no educas, otros lo harán y con su escala de valores), una urgencia porque no es una tarea que se puede posponer, ni delegar en otros, ni ver si tienes hueco en tu agenda. Es ya mismo, cada día y de continuo. Y, si me apuran, yo diría que en algunos casos es un emergencia porque se ve la quiebra que sufren determinadas familias y el desajuste que se va produciendo en ellas: pérdida de referentes, ausencia de comunicación, etc. Son muchos los padres que se sienten inseguros y un poco abrumados por la situación. Los hijos crecen y resulta que uno no maneja siempre bien las claves educativas. Yo los defino como los padres DES- . Pasados los primeros años que son duros porque se duerme mal a veces o porque se ponen malitos o porque te agotan…hay que enseñar a andar, a comer, a manejar la bici, a nadar…Son aprendizajes que te agotan pero no te minan. Están llenos de satisfacciones. Pero, digo, que pasados esos años, los padres en general empiezan a sentirse desconcertados antes esos pequeños mocosos que ya quieren –parece- echarte pulsos, después se sienten desbordados, más tarde desorientado, luego, desmotivados, despistados del todo, desfondados unos, desaparecidos otros. No, exagero. Pero es verdad que no es fácil.

PONGAMOS UN EJEMPLO DE LOS FÁCILES.

Niño de 12 años, 1º de la ESO. Madre desesperada. Su hijo se ha convertido en un tirano que todo lo exige de malos modos y para ya. Se ha vuelto manipulador y la chantajea emocionalmente con descaro. La citada madre está desesperada. Yo la escucho. Le digo que en el instituto el chico tiene un comportamiento correcto, normal, así que le doy las gracias por contarme su preocupación, le pido que se tranquilice y que vamos a hacer un repaso de las 4 o 5 nociones básicas para encarar el asunto. Esta madre no necesita conocer las enseñanzas pedagógicas de eminentes educadores como Piaget o Montessori, ni las últimas aportaciones de la psicopedagogía; pero sí necesita recordar e interiorizar unas nociones claras de los que tiene que hacer o no hacer con su hijo, de cómo debe acompañarle en su crecimiento conjugando al mismo tiempo firmeza y flexibilidad en torno a unos pocos principios o normas que deben regir la convivencia en una familia. Me experiencia me dice que hay muchas personas preocupadas, desorientadas y a veces angustiadas como esa mujer y más. En todo caso yo creo que, afortunadamente, la mayoría de los padres no tienen que vivir experiencias de ese tenor y otras aún mucho más dramáticas. Pero a todos os puede venir bien escuchar un repaso de estos principios sabiendo que no hay padres perfectos sino padres que tienen que tener un cierto número de cosas claras aunque sólo sea hacia dónde quiere uno ir, qué horizonte de crecimiento les ofrecemos a nuestros hijos y qué tipo o modelo de persona y de vida tenemos en nuestra cabeza y en nuestro corazón.

EDUCAR ES, EN RESUMEN, SENSATEZ Y CUATRO IDEAS CLARAS

Yo suelo repetir que lo más básico es tener algo que no dan los libros ni los diplomas: sensatez, sentido común, mesura, prudencia, equilibrio. Si tenemos eso ya es mucho y hay que hacer gala de ello. Son bienes escasos. Tener juicio, tener cordura, tener sentido. Ya sabéis: “quod natura non dat, salamantica non praestat”. Esa base es como la brújula para un marino, te ayuda a encarar todo con entereza sabiendo qué ruta –grosso modo- hay que seguir. Con ese apoyo uno no anda del todo perdido. Ahora bien, para afinar el rumbo y navegar con más seguridad y por ello con más placer yo os ofrezco esta batería de coordenadas que a mí me han servido y que he visto que a otros también.

1.- TOMAR EN SERIO EL OFICIO DE SER PADRES

No hay tarea más difícil, más delicada y más importante y, sin embargo, que exija tan poca preparación. Debemos ser conscientes de lo hermoso que es ese título de “padre” y “madre”. Recuperar el privilegio con que la vida nos ha distinguido. Rescatar la emoción y la admiración de ser padres. Eso me parece fundamental: mirarse al espejo todos los días y mirarse, de verdad, con admiración por ser padre o madre. Luego, porque es un título precioso y exigente, ser padre o madre requiere ser experto en educar, una tarea que exige – además del sentido común que he señalado- constancia y esfuerzo, es decir, amor y dedicación.

Hoy ya no valer vivir de intuiciones o de fórmulas heredadas. Los padres de hoy, como en la mayoría de las profesiones, deben disponerse a aprender de continuo Desde la concepción (y antes, ojalá) entramos en un aprendizaje que no termina nunca. Eso exige que ambos, la pareja, tengan que reflexionar sobre su manera de ser, de estar, de vivir, de educar. Deben examinar qué ambiente están construyendo, la armonía, la coherencia, la complementariedad. Somos dos adultos que proporcionan a los hijos actitudes, valores, vivencias…y eso les va modelando e inspirando. Esto no es más que puro sentido común y sensatez. Eso obliga a cuidar los detalles y buenas maneras de la convivencia, la palabra amable, el tono alegre, la comprensión, la proporcionalidad, el respeto, la exigencia, la reflexión…y obliga a cuidar la presencia de calidad, la atención constante e individualizada… Aquí no hay horario ni vacaciones, es para siempre. Asumir esto le ayuda a uno a estar en su lugar, a estar siempre a la altura de las circunstancias, a realizar este oficio con orgullo y a ejercerlo siempre manifestando a tus hijos un amor siempre incondicional. Y como es un continuo aprendizaje debéis compartir las dudas, los fallos, los aciertos, a leer algo que os aporte un poco de luz, a asistir a alguna charla sobre educación, a compartir experiencias e información con otros padres. En definitiva, como es un aprendizaje constante, debes abrir tu mente, debes aprender a practicar la autocrítica…pues siempre se pueden hacer las cosas bien de otra manera. Así nos preparamos para comprender y ayudar mejor a nuestros hijos. La conclusión es que, a medida que los padres ganan en seguridad, están más relajados y educan mejor. La inseguridad y los miedos son los enemigos más terribles del educador.

2.- UNA FAMILIA OFRECE UN CLIMA DE SEGURIDAD, CONFIANZA, RESPETO Y AYUDA MUTUA

Los padres son los responsables de que en el hogar se respiren esos cuatro valores: confianza, respeto y ayuda mutua. Es decir, un ambiente sereno, pacífico, alegre, positivo, estimulante, donde se respire confianza y donde cada uno se sienta a gusto. Y respirando esos valores aprenderán a convivir, a participar, a solucionar los conflictos, a respetar a los demás, a interesarse los unos por los otros.

Subrayo dos ideas a cultivar en la familia, una vez creado ese clima:

PRENDER A PARTICIPAR ME PARECE FUNDAMENTAL.

A Desde muy pequeños hay que favorecer la participación de los hijos en tareas agradables y en otras que exijan un poco de esfuerzo. No pueden crecer como huéspedes de lujo. Es necesario implicarles, que tomen la palabra, que aporten, que sientan la familia y el hogar como un don para todos y obra de todos. Por eso paulatinamente hay que entrenarles para la toma de decisiones y la corresponsabilidad. Eso sí, haciéndoles conscientes de la asimetría en responsabilidad –en un sentido y en otro- entre los padres y ellos. Imagen de estar en la misma barca. Todos necesitamos de todos. Todos son valiosos y necesarios.

APRENDER A AMAR LAS NORMAS DE CONVIVENCIA.

Como en toda comunidad, un hogar debe tener unas normas de convivencia mínimas, pero sólidas. Volvemos a lo que ya dijimos: por encima de todo el amor, la comprensión y el respeto. Pero, además, debemos saber que un hogar sin normas de horarios, de responsabilidades, de salidas, de comidas, de visitas, etc. no es un hogar organizado. Esas normas deben ser claras, bien explicadas, bien conocidas, si se puede bien consensuadas…y luego exigidas convenientemente. Convenientemente quiere decir que si esas normas conciernen asuntos muy fundamentales (la salud, la seguridad, la dignidad, el respeto debido a las personas, perjuicio para alguien, etc.) deben ser exigidas con total firmeza. Si en cambio conciernen asuntos más livianos, serán exigidas con la graduación y la flexibilidad que requieran. Siempre con sentido común.

(Soy consciente de que en la primera sesión sólo he podido esbozar este apartado 2. Os lo envió para que podáis reflexionar sobre ello ya que la segunda sesión de la escuela se fundamentará precisamente en los distintos aspectos de este clima familiar)

Manuel González. Febrero 2011

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